La música es una forma de expresión y comunicación que puede tener un gran impacto en el desarrollo emocional, cognitivo y social de cualquier persona. Por eso, es importante que los profesores de música sean conscientes de las emociones que sus alumnos experimentan durante el aprendizaje musical, y que las utilicen como un recurso pedagógico para favorecer la motivación, la creatividad, el bienestar y el crecimiento personal tanto del maestro como de los alumnos.
La neuroeducación es una disciplina que estudia cómo funciona el cerebro cuando aprende, y cómo se pueden aplicar esos conocimientos a la enseñanza. Según la neuroeducación, las emociones juegan un papel clave en el proceso de aprendizaje, ya que influyen en la atención, la memoria, el razonamiento y la toma de decisiones. Además, las emociones modulan la actividad de las redes neuronales que se activan cuando se practica o se escucha música, lo que afecta al desarrollo de habilidades musicales como el ritmo, la melodía, la armonía o la improvisación y también influyen en la memoria y en la creatividad.
Por lo tanto, los profesores de música pueden aprovechar el poder de las emociones para facilitar el aprendizaje musical de sus alumnos, siguiendo algunas estrategias como:
- Crear un clima emocional positivo en el aula, basado en la confianza, el respeto, la empatía y el humor.
- Limitar los juicios, tanto de parte del maestro, como de los alumnos.
- Fomentar la expresión y la regulación emocional de los alumnos, ayudándoles a identificar, nombrar y gestionar sus emociones, tanto positivas como negativas.
- Adaptar el nivel de dificultad y el tipo de actividades musicales a las necesidades, intereses y preferencias de los alumnos, para mantener su curiosidad, su autoestima y su autoeficacia.
- Utilizar diferentes recursos musicales (canciones, instrumentos, juegos, etc.) para estimular diferentes emociones y estados de ánimo en los alumnos, y para trabajar diferentes contenidos y competencias musicales.
- Promover la participación activa y colaborativa de los alumnos en el aula, fomentando el trabajo en equipo, el intercambio de ideas y opiniones, y el respeto a la diversidad.
- Valorar el proceso de aprendizaje musical más que el resultado final, reconociendo el esfuerzo, el progreso y la creatividad de los alumnos, y ofreciéndoles feedback constructivo y orientado a la mejora.
No se trata de sustituir a los profesionales en psicología y salud mental. Se trata de ser conscientes de que el aprendizaje va de la mano con una ruta emocional y que el alumno requiere comprensión, apoyo y herramientas que le permitan transitarlo de una mejor manera. De hecho, mientras más consciente esté de su mundo emocional, estará más abierto a buscar la ayuda de un profesional de ser necesario.
Enseñar música siendo consciente de las emociones del alumno es una forma de potenciar su desarrollo integral como personas y como músicos. La música puede ser una herramienta para educar en valores como la sensibilidad, la expresividad, la cooperación y la tolerancia, la resiliencia y para contribuir al bienestar físico, mental y emocional de los alumnos y también de los maestros.