La obra de la semana: Rondeau 14, “Ma fin est mon commencement” de Guillaume de Machaut

En esta ocasión, te propongo el ejercicio de voltear hacia el pasado para escuchar algo del siglo XIV, de un periodo llamado Ars Nova en la Edad Media que, irónicamente, se traduce como “arte nuevo”.

En este siglo ocurrieron cosas muy interesantes e importantes, como la conciliación de la revelación con la razón y lo divino con lo humano. En esta época se consideraba a la razón humana y la revelación divina como cosas separadas y cada una de ellas estaba limitada a su propia esfera, dentro de la cual tenia autoridad, sentando las bases para la separación entre la religión y la ciencia y entre la iglesia y el estado. Por otro lado la aristocracia feudal entró en declive, entre otras cosas por el nacimiento del movimiento Humanista que retoma el estudio de Grecia y Roma, lo que va a establecer las bases para el posterior Renacimiento. Hay una fuerte tendencia en las artes a apartarse del punto de vista relativamente estable, unificado y cenbtrado en la religión y acercarse más a los fenómenos cambiantes y variados de la vida humana.

Guillaume de Machaut (1300-1377) nace en Champagne en el norte de Francia. Fue famoso como músico y como poeta, y como muchos otros músicos de su epoca, produjo bastante música profana, además de la sacra.

Al hablar de una obra del siglo XIV, uno pensaría que la música sería simple. Tal vez porque estamos acostumbrados a manejar el concepto de progreso, sobre todo refiriéndonos a la tecnología, ya que normalmente un celular nuevo, por nombrar un ejemplo, tiene más aplicaciones, mejor memoria y es más rápido que uno de hace 5 años. Lo mismo ocurre con los coches, las computadoras, etc. Sin embargo en el arte no podemos manejar el concepto de progreso porque el artista está dando testimonio de su experiencia humana, utilizando todas las herramientas que tiene a la mano, pero siempre desde esa perspectiva humana que nos permite empatizar con obras de otras épocas y de otros continentes.

El Rondeau en el siglo XVI tenía una forma AB-aA-ab-AB, donde las letras minúsculas representan contenido musical y las mayúsculas contenido del texto. Cuando la letra es minúscula, se escucha el mismo contenido musical (melodía) pero con diferente texto. Cuando la letra es mayúscula, se repiten la música y el texto.

En este Rondeau lo que resulta muy interesante es que, de acuerdo a lo que dice el texto: “mi fin es mi principio”, la música no siempre se lee de izquierda a derecha, sino que en ocasiones se lee de derecha a izquierda (retrógrado en música). Por ejemplo, al final del primer verso, el tenor que es la voz más grave, comienza a leer la música de derecha a izquierda, mientras que el Triplum (la voz superior) y el Cantus (la voz media) intercambian sus líneas, leyéndolas también de derecha a izquierda. De este modo, el fin se convierte en el principio, como dice el poema:

Mi fin es mi principio
Y mi principio mi fin.
Este es verdaderamente mi tenor [o, aquello a lo que me aferro],
Mi fin es mi comienzo.
Mi tercera línea solo tres veces
Vuelve sobre sí misma y así termina.
Mi fin es mi principio
Y mi principio mi fin.

Imagina lo complejo que es que una línea melódica suene bien tanto de derecha a izquierda, como de izquierda a derecha… ahora imagina controlar que tres líneas melódicas lo hagan, sonando juntas. Es como para ir a la tienda a comprar un sombrero, solo para podérnoslo quitar como forma de respeto para un compositor del siglo XIV

Te dejo con la expicación gráfica de Jordan Alexander Key, que creo que te dejará más claro el procedimiento de composición.

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