Nikolai Rimsky-Korsakov nació en 1844 en Tikhvin, a 200 km de San Petersburgo, Rusia. Nacido en una familia con tradición noble y bastante acomodada, sin embargo, el padre del compositor fue uno de los tantos hijos ilegítimos del teniente general Voinovich Rimsky-Korsakov, quien por medio de influencias por su posición en la sociedad, pudo hacer que sus hijos conservaran sus privilegios de nobleza.
Los Rimsky-Korsakov fueron una familia de tradición militar y naval. Su abuelo como ya vimos, era teniente general; su hermano mayor Voin, fue un reconocido explorador navegante. El mismo Nikolai comenzó su carrera militar siendo oficial en la Marina Imperial Rusa y después obtendría el puesto de inspector de las bandas navales, donde pudo conocer y considerar las posibilidades de los instrumentos de metal para incorporarlos en sus obras sinfónicas.
Su vida en la marina la supo combinar muy bien con su vocación musical. Fue quizás, uno de los miembros más influyentes del llamado Grupo de los Cinco, selección de cinco compositores amateurs que tenían el objetivo de formar y establecer la verdadera tradición musical rusa, oponiéndose en gran medida a las tradiciones de occidente, las cuales se basaban sobre todo, en formas muy establecidas.
El gran legado de Rimsky-Korsakov, no solo para la tradición rusa, sino para muchos compositores de occidente y de otras regiones del mundo, fueron sus tratados sobre orquestación. En cualquier obra orquestal del compositor podemos encontrar equilibrio, color, y perfecto uso de los timbres, cualidades y fortalezas de los instrumentos de la orquesta. Compositores como Glazunov, Stravinsky, Prokofiev entre sus compatriotas; los franceses Ravel, Debussy, Dukas y el italiano Respighi se encuentran entre sus discípulos más destacados.
Es en la década de los 1880’s cuando se forma el llamado Círculo de Belyayev, un empresario y filántropo muy importante de San Petersburgo y que pudo reunir el talento de muchos compositores de la región para llenar de música las salas de conciertos de la ciudad con música nueva y sobre todo, música rusa. Es cuando Rimsky-Korsakov produce las obras que le darán fama hasta nuestros días: Capricho Español, la Obertura de la Pascua Rusa, el arreglo de la Noche en la Árida Montaña de Mussorgsky y la obra que nos interesa esta semana, su visión del oriente relacionada con el personaje protagonista de las Mil y una noches, Scheherazade.
Scheherazade es una suite sinfónica en 4 partes. El compositor, seguidor de la corriente de evitar seguir las formas y estructuras de occidente, hace con la obra un poco de todo: una sinfonía, un poema sinfónico, música programática que el compositor la veía más como una fantasía en temas orientales, un concierto para orquesta que da oportunidad a que muchos instrumentos tengan protagonismo, sobre todo el violín principal, que representa a la heroína de la historia.
Se puede pensar en la obra como una sinfonía por sus 4 movimientos con dinámicas diferentes. El compositor, en su programa original, propuso que los movimientos se definieran como Preludio, Balada, Adagio y Final. Sin embargo, por su carácter programático y que era clara la referencia a las historias contadas por la protagonista, lo convencieron de titular los movimientos con referencias claras a Las Mil y Una Noches, quedando entonces con esta estructura:
- El Mar y el Barco de Simbad.
- El príncipe Kalandar.
- El joven príncipe y la joven princesa.
- Festival en Bagdad. El mar. El barco se estrella contra un acantilado coronado con una estatua de bronce.
Sin embargo, la intención de Rimsky-Korsakov no era hacer música que representara las historias como tal. Su intención era hacer una fantasía de temas orientales basados en los cuentos de Scheherazade que le contaba al sultán Shariar, para entretenerlo y así, evitar la muerte como la que si tuvieron otras esposas que no lograron llamar su atención en noches anteriores. Son claras las referencias musicales, como el violento y dramático tema introductorio que representa al sultán y el tema del violín solo, que ya mencionamos que es la protagonista en todo su esplendor, las cuerdas ondeando retratando el mar y en el último movimiento las grandes olas chocando violentamente contra las rocas y al final, se escucha al sultán sereno y tranquilo, domado por la sabiduría de la hermosa Scheherazade. A pesar de tanta claridad, el compositor quería que el espectador fuera resolviendo y dibujando en su mente todas estas imágenes, para que fuera como tal, su fantasía deseada.
Al escuchar la obra, hay que hacer el ejercicio de encontrar la magia de la hermosa orquestación: los colores, el balance entre instrumentos, las dificultades técnicas y el protagonismo que les da a muchos de ellos, la variación de color en la repetición de los temas. Una obra profundamente rusa, según las intenciones de visionarios como Rimsky-Korsakov y sus contemporáneos.